viernes, 20 de mayo de 2011

(6) Eubolia y la computadora

-¿Qué tal Eubolia?
-Bien Pía ¿Ora, qué te trae por aquí? Monseñor aún no llega.
-No vine por él... Pasé a saludarte.
-Entra, así platicamos un momento. Hice café de olla.
-¿Qué me cuentas? Tenía días de no verte.
-P'os aquí, ya sabes, mucho trabajo y poca paga... Jaja.
-Sí. Te noto como cansada.
-No dormí, m'hija.
-¿Y eso?
-Es que... No sé si contarte.
-¿Algo malo?
-No, pero...
-¿'Tonces?
-Resulta que antier, luego del desayuno, que me pongo a arreglar la recámara de monseñor.
-Ajá.
-Y que ordeno, tiendo la cama como le gusta, con las sábanas de lino bordadas por las madres adoratrices.
-Claro.
-Paso el trapeador... Lo de todos los día, pues.
-¿Y?
-¿Qué crees? Al pasar la franela por el teclado de la computadora ¡que se enciende sola!
-¡Ah, jijo!
-Yo pensé: "esto ha de ser obra del maligno".
-No me digas... (Si supiera que lo invoco a diario...).
-Pero eso no es todo... ¡Lo que había en la pantalla!
-¿Qué?
-No, no puedo decírtelo. Me da vergüenza, Pía.
-Cuenta... Cuenta...
-Te lo digo al oído. Aquí las paredes oyen.
-¿A ver?
-(...)
-¡Nooooooo! ¿De veras?
-Seguro, m'hija.
-Pero entonces él... (O sea, es de los míos. Mira por dónde...).
-No creo, Pía. Si es un santo... (Que lo compre el que se lo crea).
-Sí claro... Un hombre del Señor. (Del de abajo, como yo ahora).
-No sabía qué hacer. A ese aparato nunca lo toco, no se vaya a descomponer. Pero tampoco podía dejar esas fotos casi frente al retrato de Nuestra Madre Santísima...
-¡No por dios! ¿Qué hiciste, pues?
-Jalé el cable y se apagó.
-Bien hecho.
-Te digo que es cosa del maligno. Primero que se enciende sola, y luego que aparece eso.
-Ha de ser.
-Vieras que monseñor sólo dice: "Ya me llegó otro imel de Roma", "El imel de ayer todavía no lo respondo", "Tendré que mandar otro imel al párroco", y así...
-Ahhhh, mira. Yo no entiendo nada, pero mi sobrina Lupita Cassandra es bien abusada en estas cosas. Se la pasa todo el tiempo en la computadora o con el celular. Le voy a preguntar si qu'esque es “un virus”.
-¡Ándale! Me harás un gran favor, Pía. A ver si me quito esta preocupación de la cabeza.

 



 

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